el mago del cuento... soy yo

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autorretrato inédito en libro, inicialmente concebido para "Sopa de sol"

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lunes, 11 de julio de 2011

en el crepitar de las páginas


Chesterton dijo que para un niño de 10 años es maravilloso leer que Pepito abrió la puerta y encontró un dragón, pero para un niño de 5 años ya es maravilloso que Pepito abra la puerta. Como han cambiado un poco las cosas desde la época de Chesterton, probablemente es un niño de bastante menos de 5 años el que encuentra maravilloso abrir la puerta (ya ni siquiera es maravilloso cuando ésta se abre sola, pues ha tenido sobradas ocasiones de ver actuar células fotoeléctricas y telecomandos… y aunque no tenga la menor idea de cómo lo hacen, no tienen nada de excepcional). Para el chico de 15 años lo maravilloso es no abrir la puerta y encontrarse a sí mismo...

No se puede romper todos los esquemas al mismo tiempo en una sola obra –mucho menos en una obra para niños- pues se quebraría el pacto de comunicación con el lector. La abuela de Ertico pertence al modelo familiar, sexista y con imagen de los “abuelos” tradicional: es gorda, se peina con moño, hacendosa, tierna, anticuada, comprensiva, casera. Sus poderes mágicos son del tipo “depositaria” y no del tipo “creadora”, pero al menos es una jubilada, vive sola, tiene una misteriosa vida independiente, guarda secretos enigmáticos y no da consejos.

La escuela refleja la imagen que una sociedad tiene de sí misma”, dijo Alain Touraine. Así, la literatura infantil, en su tradicional y larga dependencia de la escuela, se ve instrumentalizada en aras de la formación de esa imagen social y así deviene didáctica y, frecuentemente, conservadora puesto que a lo anterior se añade el elemento de la nostalgia que el autor experimenta por su infancia; sea en forma explícita o implícita (ver final pag. 504 y pag 505 del Dictionnaire Larousse de littératures, t I, referencia a la asignación a los niños de vestuario anticuado –práctica hoy inexistente)

Sei que peguei o embalo e estou sintonizada com o que devo, quando começa a acontecer um fenómeno que Jung chamava de “sincronicidade”, como si simultaneamente a criaçao no mundo lá fora e a que se exerce em meu mundo interno estivessen afinadas. Algo difícil de descrever, mas nítido. Tento dar um exemplo. Surge no texto um problema que nao consigo resolver. Paro e presto atençao ao que me cerca: leio o mundo. A resposta sempre vem, numa cena a que assisto, num trecho que leio, num caso que me contam, num pássaro que pasa voando.
Es lo que me pasó en Vuela, Ertico, vuela: cuando yo patinaba con el final -sin desarrollo- y el personaje de la alfombra voladora todavía no existía como ser vivo. Fue entonces que salió en El Correo de la UNESCO un artículo que me habían anunciado para el mes anterior, pero que afortunadamente se vio desplazado al de febrero 1996, coincidiendo así con un excelente artículo de Edgar Morin donde él explica su famoso principio de la complejidad, y que resumía el conflicto en que se hallama mi historia: las partes son más que el todo porque poseen características independientes y diversas; pero el todo el más que las partes porque incluye la relación entre ellas. Y explicaba Morin que complexus en latin significa “que está tejido junto”. Fue eso lo que me dio la idea de que la alfombra, al ser retejida por la abuela a partir de los diversos objetos que había estado regalando a su nieto, adquiriese vida y palabra y, siendo una alfombra mágica (voladora) se tejiese entre ellos una relación que permite al chico descubrir su propia valía y hacer los amigos que está buscando desde el comienzo de la historia.
También, pero es más anecdótico, me ocurrió que el día en que terminaba mi novela Exploradores en el Lago -que habla de tráfico de especies y tiene entre sus protagonistas a una cotorra- dos periquitos se instalaran en el balcón de mi escritorio, en el 11º piso de la calle Ayacucho en Buenos Aires. Como si estuvieran allí espiando el buen rol que les correspondía en esa novela (donde también se destaca una bandada de periquitos precisamente).

Hay farsantes, descendientes directos de los pillos que embaucaron al Rey Desnudo contado por Andersen, que publican cuentos sin palabras, sin ideas, sin trama, sin personajes, sin imágenes, sin humor… en resumen, que se limitan a enviar a los editores páginas blancas advirtiendo que los tontos no ven el texto. Esos pillos publican sus “libros” con la misma advertencia en la contratapa. Y allá van los críticos, los libreros, los bibliotecarios, los padres y abuelas a comprarlos y a ofrecerlos a los chicos. Solo algunos pequeños se atreven a gritar: “¡El libro está vacío!” como mismo aquel niño del cuento gritó: “¡El rey está desnudo!”. Pero contrariamente al cuento de Andersen, son pocos los que le escuchan y se ríen de los embaucados.

“El problema no es si es moral o inmoral, el problema es que está mal escrito”, dijo Oscar Wilde. Esto debería estar escrito con letras de oro en el frontispicio de la literatura infantil.
La falta de prestigio académico de la LIJ se debe a que son historias que terminan bien. Sin embargo, todas las personas serias saben que solo hay grandeza en la tragedia, en los temas graves: la muerte, la angustia, la enfermedad, la traición, la flaqueza... Si algún libro infantil se acerca al Parnaso es porque su final , si no infeliz, es al menos ambiguo, irónico, o mínimamente escéptico. Esto puede estar relacionado con la manía castigadora de los pueblos semíticos, pues la Odisea, por ejemplo, termina bien.
Freud descubrió que los niños, a los dos o tres años, cuando empiezan a percibir que sus padres no son perfectos, se inventan padres ideales (un rey y una reina por ejemplo) para suplantarlos, pretendiendo que los que simulan ser sus padres no son más que un par de malvados que los han comprado a algún gitano o simplemente robado. Freud llamó a esa curiosa fantasía infantil la novela familiar. A partir de ese concepto, Marthe Robert elaboró más tarde la teoría de que toda ficción vendría a ser una especie de novela familiar, un modo de abolir el principio de realidad para construir una más gratificante. Podría detectarse un atisbo de ese mecanismo en La divina comedia: en la vida adversa de Dante, condenado al exilio de Florencia hasta su muerte, su libro fue una manera de reconstruir el universo según leyes que él mismo establecía, distribuyendo en él, a partir de sus ideas y de sus pasiones, castigos y recompensas. SE dotó de un padre espiritual, Virgilio (...) y una madre o amante mística, Beatriz...
Hay cierta literatura infantil que parece haberse inventado una novela familiar en la cual ella es hija de una literatura para adultos, especie de princesa oculta...

viernes, 1 de julio de 2011

harry potter, madonna y otros accidentes de la literatura infantil

Con el título de "HARRY POTTER Y LA CAJA DE PANDORA" publiqué este artículo en 2004. Aunaue ya casi todo el mundo ha olvidado la circunstancia que lo motivó: la entrada en el mundo de los libros infantiles de Madonna, con una serie de insustanciales libritos, creo que este artículo conserva cierto interés, sobre todo por sus consideraciones en torno a la literatura contemporánea donde se combinan realidad y fantasía... de la buena.


Quiero aclarar que no soy un detractor de Joanne K. Rowling y su saga Harry Potter. Disfruté los cuatro primeros episodios, y si el quinto me ha gustado un poco menos, ello no me causa la malsana alegría de los envidiosos. Estoy convencido de que la señora Rowling tiene talento y si escribiera dentro de plazos determinados por su inspiración y no por los de la industria editorial, habría podido evitar los deslices de Harry Potter y la Orden del Fénix. Pero lo que realmente importa es que las aventuras del joven mago se van a seguir vendiendo en millones de ejemplares, por lo que deseo, para el bien de todos, que esos libros alcancen la mayor calidad posible.
"Lo cortés no quita lo valiente"; así que no voy a negar que antes que cualquier novela de J. K. Rowling, preferiré siempre La historia interminable o Momo, de Michael Ende, Las brujas o Matilda, de Road Dahl, La cuerda floja o El bolso amarillo, de Lygia Bojunga Nunes, Konrad, el niño que salió de una lata de conservas, de Christine Nöstlinger o El tigre en la vitrina, de Alki Sei... por sólo mencionar un puñado de títulos de autores contemporáneos procedentes de diversos países. Incluso dentro del mismo género y nacionalidad que los Harry Potter he encontrado páginas mucho más profundas, intensas y originales en La caja de las delicias, de John Masefield, Luces del norte, de Phillip Pullman o Las vidas de Christopher Chant de Diana Wynne Jones.

Antecedentes y compañía

La literatura inglesa siempre fue fecunda en historias donde se cruzan el mundo real y el imaginario, donde los jóvenes héroes deben enfrentar frustraciones y desafíos bien reales a través de su representación en un mundo mágico paralelo que no es, sin embargo, solo un pretexto, sino lo más jugoso de tramas interesantes y bien construidas. Diez años antes de la aparición del primer libro de J. K. Rowling, Harry Potter y la piedra filosofal, la ensayista Ganna Ottevaere-van Praag describía los rasgos de una vertiente narrativa en la que todos reconoceremos inmediatamente al actual best seller:
En el relato infantil medio realista medio fabuloso, aparecido en la segunda mitad del siglo XIX y de moda aún en nuestros días, la acción se desarrolla casi totalmente en el mundo fantástico y el héroe no vuelve definitivamente a casa hasta el final del relato, cuando no se queda para siempre en el país de ficción.

Si el protagonista de estos relatos centrados en el abandono provisional del hogar y la partida hacia los horizontes mágicos es un niño, éste deja -sin titubear e incluso sin preguntarse si algún día volverá- su marco familiar. Antes de que él parta hacia el misterioso más allá, el autor nos lo muestra en una vida cotidiana que el joven héroe, una vez en el mundo imaginario, continuará teniendo como referencia. Él se ha alejado sin protestar de un hogar donde no conoció otra cosa que la miseria o una estrecha sumisión a las prohibiciones de una sociedad convencional y sin felicidad .
Las diversas tendencias de las novelas en que realidad y magia se yuxtaponen, tienen antepasados ilustres en Los niños acuáticos (1863), de Charles Kingsley, Alicia en el País de las Maravillas (1864), de Lewis Carroll, Five Children and It (1904), de Edith Nesbit, Peter Pan y Wendy (1911), de James Mathew Barrie, Mary Poppins (1937), de Pamela Travers... y así hasta llegar a los años 1950 en que la serie Narnia, de Clive Staples Lewis, alcanza -salvando las distancias- un éxito comparable al de las aventuras del joven mago de J. K. Rowling, dejando el camino abonado para una producción que se desarrolla sin verdadera interrupción hasta nuestros días.
La tradición es más que centenaria y, por supuesto, no es solo inglesa; mencionemos El 35 de mayo (1931), de Erich Kästner, Pan Tau (1965), de Ota Hofman, Los hermanos corazón de León (1973), de Astrid Lindgren, La historia interminable (1979), de Michael Ende y, dentro de la escasa producción cubana del género, La princesa del retrato y el dragón rey (1998), de Iliana Prieto. Dentro de esta vasta bibliografía, Joanne Rowling aporta solo una obra más. Ni la mejor, ni la peor; ni absolutamente original, ni el plagio que algunos han evocado al comprobar que en La granja Groosham (1988), del también británico Anthony Horowitz, ya aparecía una misteriosa escuela de magia, con profesores no humanos y un gran malvado maquinando la destrucción de la humanidad, entre otros rasgos hoy universalmente conocidos por los seguidores de Potter.
Hoy nadie puede discutir que los libros de la señora Rowling son uno de los fenómenos editoriales más importantes de nuestra época... lo que no equivale a decir que sean un fenómeno literario de la misma envergadura. Es precisamente el pronunciado desequilibrio entre el valor editorial y la trascendencia literaria de la saga Harry Potter lo que enfrenta a creadores y críticos, por un lado, y a editores, libreros y promotores de la lectura, por otro. Los primeros saben que las novelas de la millonaria autora son superadas por decenas de títulos del mismo u otros géneros, pero los segundos han podido comprobar que los Harry Potter -sea por lo que sea- reportan resultados de venta y lectura que aventajan muy de lejos al resto.
Joanne K. Rowling es responsable solo en parte de su éxito y de los aspectos negativos del mismo (resultantes de la comercialización excesiva y de la globalización unidireccional que favorece a la cultura anglosajona de masas). En otras palabras, la obra literaria no tiene porqué pagar los platos rotos por el arrollador impacto editorial... aunque tampoco tiene que beneficiarse de un prestigio literario que no le corresponde.
Son fórmulas impredecibles y, paradójicamente, fácilmente explicables a posteriori, las que nutren todo gran éxito literario repentino. Responden a necesidades del lector y a coyunturas perfectamente objetivas del mercado editorial... que a continuación pone en marcha su eficaz sistema de marketing (incosteable por editores y autores de espacios lingüísticos y comerciales no hegemónicos y/o anteriores a la globalización).
Harry Potter y la piedra filosofal llegó en el momento oportuno con la fórmula oportuna. A fines de los 90, el panorama literario infanto-juvenil asistía a los estertores del fenómeno de ventas de la década: las novelas de horror para adolescentes -de calidad literaria inferior incluso a los peores imitadores de J. K. Rowling- cuyo parangón era el norteamericano R. L. Stine con sus adocenadas series Escalofrío, Pesadillas, Fantasmas, etc. Por otra parte, los chicos estaban bastante hartos de la narrativa realista, unas veces moralista, otras de lucidez un tanto deprimente, que constituía el núcleo "serio" de la oferta editorial del período en la mayoría de los países de Norteamérica y Europa Occidental. En este contexto, el primer libro de Rowling adquirió el empaque de algo diferente, interesante y hasta bien escrito.

El formidable éxito internacional de las novelas de Joanne Rowling (cuyas cifras no veo motivo alguno para repetir, puesto que no participo en la nueva religión de las estadísticas comerciales) renovó el interés por libros que no habían (o no habrían) podido encontrar terreno favorable en su manera de rozar lo mágico, lo mitológico y lo irracional, mirando simultáneamente, de una manera sutilmente crítica, a la sociedad burguesa contemporánea. Algunos ejemplos adicionales los encontraremos en los libros de Pullman y Jones (los citados y otros), en El señor de los ladrones, de Cornelia Funke o en El secreto del andén 13, de Eva Ibbotson.
Como siempre ocurre en la sociedad de mercado, basta con que un producto -alimentario, informático, automotor o cultural- triunfe, para que todos los empresarios del mismo rubro, o de otros, se pongan a producir imitaciones, variantes, alternativas, complementos y derivados. De modo que hoy dominan las listas de mejores ventas productos que no hacen sino explotar, a veces con poca ambición y originalidad, las posibilidades que la saga Harry Potter dejó de lado (poniéndolas paradójicamente en evidencia). Así, Serge Brussolo apunta a un lector más femenino con su serie Peggy Sue, Eoin Colfer se dirige con sus aventuras de Artemis Fowl a un lector poco exigente, adepto a la fórmulas fáciles del cine norteamericano de entretenimiento, mientras George P. Taylor trata de aprovechar fuentes mágicas distintas de las muy recurridas mitologías nórdicas y mediterráneas en su, mejor vendida que escrita, Shadowmancer.

La caja de Madonna

La eclosión que acabo de comentar no es inesperada ni preocupante, pues -más o menos profundamente- existe en todos aquellos libros una motivación narrativa que cuaja en historias sin dudas entretenidas. El problema se presenta con la llegada de los depredadores oportunistas que, absolutamente desprovistos de talento literario y sin haberse interesado nunca en la literatura ni en los niños, vienen a pescar con dinamita, no procurando imitar o superar el universo narrativo de la señora Rowling sino participar en la danza de los millones de ejemplares (y por tanto de dólares, euros, libras esterlinas, yenes o cualquier otra unidad contante y sonante).
No estoy hablando de las más deplorables imitaciones de Harry Potter ni de los productos derivados de la adaptación cinematográfica (más que de los libros): juguetes, juegos electrónicos, vestimenta y hasta espejuelos como los que usa Harry, por no mencionar productos que ocupan en las librerías el lugar de los verdaderos libros: cuadernos para dibujar o con figuritas para recortar y pegar, pasatiempos, etc.
No, a lo que me refiero cuando hablo de depredadores sin la menor motivación literaria, estoy hablando de los libros en formato de álbum ilustrado con que Madonna inunda el mundo aprovechando los senderos trillados por su merecidamente exitosa carrera musical y apuntando a un "target" que su tela de araña marquetinera había perdonado hasta ahora: los niños y las librerías (elementos que, unidos, han dado nacimiento a la más reciente millonaria del sector terciario).
Por supuesto, Madonna asegura que los ingresos que le reportarán sus "cuentos" estarán destinados a obras de caridad, pero el hecho de que dicha información aparezca en muy visible lugar de la cubierta, ya basta para hacerla sospechosa. En cualquier caso, el proyecto de la cantante no es un proyecto literario sino moralizante. Así lo evidencian los dos primeros títulos (de cinco anunciados: ¡sálvese quien pueda!): Las rosas inglesas y Las manzanas del señor Peabody.
Las rosas inglesas tiene todos los elementales defectos que ningún debutante de los talleres literarios cubanos (que coordiné durante unos 10 años) ha visto pasar sin crítica acerba. Es un cuentito de conflicto insustancial (cuatro estúpidas niñas desdeñan -sin motivo alguno- a una quinta niña), resuelto mediante un sueño (las cuatro sueñan lo mismo) en que aparece un hada (traída por los pelos) y las vuelve invisibles para que vean lo buena y hacendosa que es la quinta niña. Aprendida la lección, se despiertan y todo termina bien; es decir, mal, puesto que ahora las estúpidas son cinco. Eso es todo: no hay una sola imagen original, no hay una situación ingeniosa ni dos palabras reunidas con gracia, no hay una idea de más de un gramo de peso, ni una gota de humor o de tensión o de magia (el hada está convencionalmente pasteurizada). Estoy seguro de que es la más ñoña y olvidable historia que he leído en mi larga e intensa vida de lector... además de ser vagamente reaccionaria en su tontería supina.
Ante la patética carencia de imaginación e incapacidad narrativa evidenciada por la ¿autora?, sus asesores o el plumífero a sueldo, decidieron recurrir a la tradición judía para el segundo título de la serie (todavía nos esperan tres: ¡huid, que aún estáis a tiempo!). De esta manera, los patrocinadores de Madonna-escritora al menos se aseguran de que haya una idea, aunque no sea original y aunque resulte todavía más didáctica que en el primer caso (fracaso). Con Las manzanas del señor Peabody ya no queda la menor duda sobre la intención moralizante y "políticamente correcta" que orienta este inesperado y por nadie solicitado interés de la cantante inglesa por los libros infantiles.
La trama del segundo librillo tiene todas las características del apólogo: trama tenue y mensaje espeso. Todo se resume a un comportamiento aparentemente deshonesto (alguien toma manzanas sin abonarlas) que un suspicaz testigo divulga calumniosamente hasta descubrir que la malicia estaba en él (el otro tenía derecho a coger la manzana gratis) y pagando su aprendizaje con la vergüenza reservada a todo maledicente. Como el anterior cuentito, éste termina bien (moralmente, no literariamente hablando), con el equilibrio restablecido y la enseñanza beáticamente dispersada.
Alguien comentó que estos libritos forman parte de la "conversión" de Madonna en una buena chica. Cuando uno ve sus nuevos clips y oye sus nuevas canciones, no ve conversión alguna (por suerte). Yo realmente no creo que esté tratando de disculparse por los escándalos que ha provocado a lo largo de su carrera de mascota de la prensa amarilla (manipulando símbolos religiosos, banalizando a Eva Perón o comportándose como una inescrupulosa y ostentosa material girl). Tampoco creo que el hecho de ser madre la haya acercado a los niños ni que desee compartir con ellos su mundo musical (que, personalmente, me gusta).
La Operación Libritos de Madonna rezuma puro cálculo. Sus asesores financieros y de comunicación habrán notado que a Harry Potter y compañía se lo lee a partir de 8 ó 9 años -de ahí la idea de los álbumes-, y que el mercado del libro infantil más rentable e influyente es el de Estados Unidos -de ahí la idea de asumir la pacatería y la moralina que domina el mercado editorial de ese país- donde se sabe que resulta, cuando no conveniente, obligatorio, referirse a las fuentes de su civilización. Esta vez fue la tradición judía y quizás pronto Madonna explote la fuente irlandesa, la aborigen, la afroamericana y hasta la hispana; aunque deberá tener mucho cuidado porque lo "políticamente correcto" también exige pertenencia a la etnia desde la que se habla.
Si Madonna hubiera publicado la historia de su vida, los textos de sus canciones, o algo que tuviera la seducción de su voz y presencia escénica; si hubiese decidido compartir con los chicos una pizca de lo que la caracteriza: insolencia, sensualidad, ritmo... se le podría perdonar la ausencia de estilo, la delgadez de la trama y la torpeza narrativa. Pero no hay nada de eso en sus lamentables libritos.
Con todo, si pierdo mi tiempo en hablar de tan insustancial "acontecimiento" editorial es porque temo que después de Madonna, todos los famosos quieran venir a picar en el presupuesto que las familias destinan a los libros infantiles. ¿Por qué no intentarían también un best seller Maradona, Leonardo di Caprio, Naomí Campbell, David Beckham, Silvio Berlusconi...? No será por exceso de escrúpulo que, una vez abierta la caja de Pandora, faltaran manos sucias dispuestas a llenarse los bolsillos.
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Nota:
Ottevaere-van Praag, Ganna: Le roman pour la jeunesse. Approches, définitions, techniques narratives. Berna-Berlin-Frankfurt. Peter Lang, 1987; pp. 183-184

BIBLIOGRAFÍA
BOJUNGA NUNES, Lygia: El bolso amarillo. Madrid. Espasa Calpe,1988
______________________: La cuerda floja. Madrid. Alfaguara, 1986 (actualmente los libros de la primera Premio Andersen brasileña son editados por SM).
BRUSSOLO, Serge: Peggy Sue contra los invisibles. Madrid. Alfaguara, 2002
COLFER, Eoin: Artemis Fowl. Barcelona. Montena, 2001
DAHL, Road: Las brujas. Madrid. Alfaguara, 1985
_________: Matilda. Madrid. Alfaguara, 1989
ENDE, Michael: La historia interminable. Madrid. Alfaguara, 1982
___________: Momo. Madrid. Alfaguara, 1978
FUNKE, Cornelia: El señor de los ladrones. Barcelona. Destino, 2002
HOFMAN, Ota: Pan Tau. Madrid. Alfaguara, 1974
HOROWITZ, Anthony: La granja Groosham. México. Fondo de Cultura Económica, 1996
IBBOTSON, Eva: El secreto del andén 13. Barcelona. Salamandra, 2002
JONES, Diana Wynne: Las vidas de Christopher Chant. Madrid. Ediciones SM, 2002
KÄSTNER, Erich: El 35 de mayo. Madrid. Alfaguara, 1979
LINDGREN, Astrid: Los hermanos corazón de León. Barcelona. Juventud, 1984
MADONNA: Las rosas inglesas. Barcelona. Destino, 2003
_______: Las manzanas del señor Peabody. Barcelona. Destino, 2003
MASEFIELD, John: La caja de las delicias. Madrid. Altea, 1986
NÖSTLINGER, Christine: Konrad, el niño que salió de una lata de conservas. La Habana. Gente Nueva, 1988
PRIETO, Iliana: La princesa del retrato y el dragón rey. Bogotá. Norma, 1998
PULLMAN, Phillip: Luces del norte. Ediciones B, 1997
SEI, Alki: El tigre en la vitrina. La Habana. Gente Nueva, 198?.
TAYLOR, George P.: Shadowmancer. Madrid. Alfaguara, 2003
TRAVERS, Pamela: Mary Poppins. Barcelona, Juventud, 1943.
CLASICOS (Múltiples ediciones)
BARRIE, James Mathew: Peter Pan y Wendy
CARROLL, Lewis: Alicia en el País de las Maravillas
KINGSLEY, Charles: Los niños acuáticos
LEWIS, Clive Staples: serie Las crónicas de Narnia
NESBIT, Edith: Five Children and It


miércoles, 4 de mayo de 2011

el libro electrónico: ¿verdaderamente imprescindible?

Actualmente vivimos la toma de consciencia de que los recursos energéticos fósiles, pero también otras fuentes de energía no renovables como el urano, no son inagotables. Lo mismo ocurre con materias primas necesarias a la electrónica moderna como el coltrán y demás “tierras raras”. Se trata de recursos naturales cuya extracción y utilización dejan, además residuos peligrosos para el medio ambiente y, directamente, para el ser humano.

Sin embargo, ¿cuál es la última gran invención, que sus fabricantes, vendedores y promotores nos presentan como imprescindible y fabulosa? ¡El libro electrónico! Tratan de imponernos así la manera non plus ultra de practicar una de las más viejas y sencillas actividades de la civilización: leer. Así que, desde hoy mismo, nada de gastar la simple energía de nuestros dedos y la aptitud de nuestra vista para pasar las páginas. ¡Hay que modernizarse, hay que disponer de un reader-book (¿acaso podía tener nombre en español algo tan moderno?)! El instrumento es caro y funciona con electricidad, corriente o proporcionada por una batería (pesada, poco durable y contaminante), pero el progreso tiene su precio, ¿no? Así que adiós el obsoleto libro impreso, con su escaso consumo de materias primas no renovables (el papel es esencialmente pulpa de madera, tomada de árboles de crecimiento rápido como el pino, y el agua, la energía y los químicos que exige su producción son bien razonables... y reducibles gracias al sencillo reciclaje de papel).

¿Y cuál es el principal y contundente argumento en favor del soporte de lectura caro al hombre moderno? Su capacidad para contener decenas, cientos quizás, de obras; cuya renovación será, además permanente. Basta de enojosas estanterías, que nos privan en el salón del espacio indispensable para la ancha pantalla del home-movie (otra genial invención de nombre debidamente anglosajón) y bienvenido el libro que podrá realizar la cuadratura del círculo vicioso: más y más títulos descartables... Porque lo que cargan y descargan en sus tabletas de lectura los norteamericanos (primeros conumidores planetarios de e-books... en país donde las librerías son raras) son esencialmente best-sellers: novelas del verano, manuales de autoayuda, biografías de estrellas (fugaces), etc.

Por supuesto, los diccionarios, enciclopedias y obras científicas y divulgativas ganarán con la edición electrónica, pues requieren de continua actualización, y estoy entre los que ya acuden a la información en línea para documentarme y comunicar... Pero lo cierto es que el libro electrónico (y los libros que cuentan con aplicaciones que exploten de manera realmente interesante las posibilidades del hipertexto son todavía pocos) no ha sido concebido para eso, sino para consolidar las prácticas neoliberales que infectan e infestan la producción editorial desde finales del primer milenio. La irracional carrera en pos de las “novedades” acorta hoy, de manera antinatural, la vida de cada título... el cual se ve substituido pour un mero clon o, peor, por sucedáneos que no tienen otra virtud que ser una “novedad” (de inventario, que no estética). Este mundo novelero (que no novelesco) que nos proponen, es ecológicamente insustentable e intelectualmente insubstancial. Lo era ya el vaivén de libros impresos prescindibles y volátiles como “la canción del verano”, pero lo será todavía más en la vorágine virtual de ediciones y libros electrónicos que se nos viene encima.

¿Quién gana con todo esto? ¿El lector voraz y un poco indeciso que podrá irse de vacaciones con quince y no con uno o dos libracos para desconectar durante el verano? ¿El estudioso que podrá continuar consultando la bibliografía para su tesis durante un viaje?... No, esos son afortunados colaterales; el que de veras ganará con todo esto es el nuevo rey del neo-mercado: el intermediario... que gana más que el productor –agricultor o escritor y hasta editor, da lo mismo- hinchándose los bolsillos gracias al “valor añadido” en su lleva y trae, en su quita y pon etiquetas y que vende monopolísticamente: distribuidor o dueño de hipermercados (que los productos culturales y de entretenimentos también tienen sus grandes playas de desembarco).

El concepto de libro con fecha de (rápida) caducidad se ajusta –como su funda a la tableta de lectura- perfectamente al libro electrónico: objeto pensado por su alta capacidad de almacenaje y renovación de “contenidos”.

El capitalismo neoliberal y la economía del desperdicio saben muy bien hacer esto: fabricarnos la necesidad del producto antes de fabricar el producto mismo: Tengamos todos libros electrónicos para poderlos cargar con títulos insubstanciales cuya adquisición nos pesará menos puesto que será tan fácil borrarlos de la memoria (de la nuestra y de la memoria del e-book).

Porque de lo que se trata es de aumentar la producción de títulos descartables ya que... ¿Quién se anima a tirar un contundente Quijote, Hermanos Karamazov o Cien años de soledad, bellamente impreso si el caso? En cambio, tirar La insustancial Nadería de Don Pepe Nicuenta para cargar un nuevo tomo de Se te olvida si estornudas, de Mike Anything, resultará perfectamente natural y hasta gozozo. ¿Cuánto se apuestan a que la tecla “delete” de los libros electrónicos será grande y ergonómica?

lunes, 21 de junio de 2010

para aumentar la magia de la lectura


Valoración crítica y propuestas didácticas para

Los cuentos del mago y el mago del cuento


Género: Cuentos para niños (desde los 8 años) y adolescentes
Autor: Joel Franz Rosell (Cruces, 1954). Ha vivido en Brasil, Dinamarca, Francia y Argentina.

Síntesis argumental:

Son 12 cuentos de asunto y tratamiento diverso: "Socorro, se hunde la casa" es el retrato de los habitantes de un edificio que, presos de las convenciones sociales, se muestran incapaces de evitar que su vivienda se hunda; solo el poeta de la buhardilla hace algo útil al contar lo que pasa. "Había una vez un joven mago" cuenta el difícil debut de un mago que deberá vencer a la codicia, la lujuria, la burocracia, el abuso de poder y el desaliento... descubriendo que la magia está en él y no en los mágicos regalos de sus maestros. "Sueños" es una fábula sobre la difícil relación amorosa entre una mujer y un hombre que se transforma en las cosas que sueña. "La familia espantapájaros", una fábula ecológica. "Castillos van, castillos vienen" relata a través de inspirados diálogos la relación entre un padre y su hijo que demuestran el papel formador de la imaginación construyendo castillos de arena. "Calabaza-calabaza" recrea el cuento tradicional y la pasividad impuesta a la mujer, todo resuelto con una espectacular fuga desde el interior de una calabaza. "Colorín, colorado, este cuento..." es una parábola política en torno a un país que de gris pasó a azul y luego quiso tener todos los colores... Y así hasta "El cuento de los cuentos" en que, mezclando ensayo, autobiografía y cuento, el autor revela el camino que lo ha llevado a escribir libros como éste.

Valoración crítica:

Todos los cuentos son diferentes por su extensión, por su tratamiento, por su tono, por sus temas... pero tienen algo en común: la mezcla de realidad y fantasía, de crítica social y humor, la importancia de los sentimientos humanos y el esmerado trabajo con la palabra. Es el tipo de libro ideal para trabajarlo en clase porque satisface todos los gustos y porque permite alternar textos largos y cortos, humorísticos y nostálgicos, de narración frondosa o sobriedad periodística; todo esto sin obligar al lector a habituarse a una nueva voz, pues hay una sorprendente unidad de estilo. La imaginación del autor es muy rica y eficaz en el difícil ejercicio de propiciar una reflexión sobre nuestra vida cotidiana y los problemas del mundo con la distancia del humor y la poesía.

Propuestas didácticas:

Las posibilidades son muy amplias debido a que cada uno de los cuentos tiene asuntos y tratamientos diferentes y en dependencia de la edad de los lectores con que se trabaje el libro. En principio se pueden establecer diversos juegos de roles a partir de los cuentos cuya estructura se basa en la repetición de encuentros con diversos opositores o adyuvantes: "¡Socorro, se hunde la casa!", "Había una vez un joven mago", "La familia espantapájaros", "Sueños", Castillos van, castillos vienen", "El paraguas amarillo"... También se pueden organizar discusiones creativas mediante el procedimiento de identificación de los hechos y rasgos humanos que se ocultan tras la fantasía de cada cuento, relacionando con hechos de actualidad, a los cuales se invitaría al alumnado a proponer salidas mágicas según el método del autor.

- En "¡Socorro..." se puede construir un "edificio virtual" distribuyendo entre los alumnos los roles de sus inquilinos y pidiéndoles soluciones contra el hundimiento de su casa.

- En "La familia..." pueden construirse (con objetos reales, haciendo colagges con recortes de prensa o imaginando) espantapájaros, espanta-fumadores, espanta-coches, espanta exámenes...

- En "Había una vez...", partiendo de la presencia en el cuento de elementos de folklore, puede movilizarse el conocimiento de tradición oral de los alumnos y/o en su entorno pidiéndoles una investigación sobre retahílas, adivinanzas, tan-tanes, trabalenguas en torno a determinados temas: comida, lugares, rasgos físicos y morales, humor, amor, verdad/mentira, etc.

- "Historia musical" propicia una sesión de sensibilización musical a través de fragmentos de jazz (clarinete) y de composiciones musicales demostrativas de las facultades de los instrumentos como son "Pedro y el Lobo" o "El Carnaval de los animales" de Saint-Saenz

- "Calabaza, calabaza" tiene elementos de parodia del cuento de hadas y puede propiciar comparaciones con textos clásicos y películas de dibujos animados. También se puede llevar la discusión al tema del derecho a la realización de la mujer, el machismo, etc.

- "El paraguas amarillo" puede ser objeto de una representación teatral y permitir una actividad muy lúdica con la incorporación de disfraces, trucos de magia y acrobacias, recreando el ambiente circense evocado en el cuento.

- Los dos últimos cuentos son aproximaciones al país del autor en dos estilos opuestos: la parábola y el testimonio; esto puede servir para ejercitar dos modos de escritura, para hablar de Cuba, de democracia y otros temas civiles.



ficha elaborada por Félix Luis Viera
para
CD-ROM “LECTURAS PARA FECUNDAR EL FUTURO”. CUADERNOS DE PEDAGOGÍA. Coordinación Kepa Osoro.

El mago del cuento... en el microscopio de Juan

Juan Cervera en su libro La creación literaria para niños (Mensajero. Bilbao, 1997) ilustra algunas de sus tesis sobre Los cuentos del mago y el mago del cuento.





La intertextualidad como reclamo (pp. 61-62)

Nuestro rechazo a la instrumentalización de la literatura Infantil es manifiesto. Como lo es el recelo ante las distintas estrategias para atraer lectores mediante recursos ajenos al texto. Y también a la extrapolación del texto en su marco natural con atribuciones añadidas.

En cambio, después de admitir la existencia de una intertextualidad intencionada, hay que aceptar que el autor pueda buscar su aproximación al niño por medio de ella. Es decir, que la use como reclamo.

Por eso vale la pena considerar el atractivo que tienen algunos textos, a veces desde el mismo título en el que está patente la citación. Tal es el caso de algunos cuentos de Joel Franz Rosell. “Había una vez un joven mago”, “Colorín colorado, este cuento”, “Así comenzaron las aventuras de Rosa de los Vientos y Perico el de los Palotes”, títulos incluidos, todos ellos, en Los cuentos del mago y el mago del cuento(...) Los títulos de los cuentos de J.F. Rosell se vincularán más a la memoria de frasecillas populares (…) y el texto empezará a poblarse de evocaciones y connotaciones en la medida que lo permita el campo de referencias del niño.

Estas evocaciones se le pueden ofrecer al niño por procedimientos variados. Así, por ejemplo en el cuento “¡Socorro, se hunde la casa!” se asocian los estruendos del hundimiento de la casa, convencionalmente representados, con el recurso gráfico de las onomatopeyas de los tebeos. También puede asociarse la visión del hundimiento con la experiencia de haber estado en un semisótano desde el que se ve la calle.

El cuento alude a un hecho insólito: una casa de cinco pisos y un desván se hunde. No se derrumba, se hunde visiblemente en el suelo, como un barco en el mar, con las variadas reacciones de los moradores de los distintos pisos, que ven su casa y ellos mismos sumergirse en la tierra.

Cada sacudida de hundimiento de la casa va acompañada de un crujido, ¡PRAM!, que se repite. Para dar la sensación de que los sucesivos crujidos aumentan progresivamente en estruendo, se recurre a la técnica gráfica de las representaciones onomatopéyicas de los tebeos. Y así, del ¡PRAM! Inicial, se pasa al ¡¡¡¡¡¡PRAMMMMM!!!!!! con profusión de signos de admiración y de emes mayúsculas.

Valga el ejemplo como testimonio del aprovechamiento intertextual del texto, práctica sutil, si se quiere, pero manifiesta. En la línea de la intertextualidad el análisis de esta creación en concreto puede verse como la simbiosis de un cuento con una historieta de tebeo.


El peso del contexto (pp. 72-73)

Si hay que aceptar que el contexto especializa el lenguaje y proporciona significados distintos a las palabras y a a las frases, habrá que aceptar que el contexto aporta significado. Por consiguiente, el niño que sabe que empiezan a contarle un cuento, porque oye la fórmula inicial “Érase una vez”, adopta la disposición de entender lo que se le diga de una determinada forma. Y el que lee un poema entenderá las palabras de otro modo. Y el que está contemplando una obra de teatro, en la que alternan en el diálogo un médico y un payaso, desde el momento en que los identifica, entiende lo que dice cada uno en el marco de dos contextos distintos.

El niño que lea al principio de un cuento:

Érase una vez un país tan pequeño, pero tan pequeño, que se veía en los mapas como una caquita de mosca. En todo el país había una sola carretera, que era la única calle del único pueblo, y que iba desde el puesto fronterizo del norte hasta el puesto fronterizo del sur. (“Así comenzaron las aventuras de Rosa de los Vientos y Perico el de los Palotes” en Los cuentos del mago y el mago del cuento. Madrid. Ediciones de la Torre, p. 53).

entenderá la clave de humor en que está escrito.

Si admitimos con Graciela Reyes* , que en un texto pueden concurrir tres tipos de contexto -el lingüístico, el situacional y socio-cultural- al aplicar estos conceptos al cuento de Joel Franz Rosell antes citado, vamos a fijarnos exclusivamente en el término cometa del que se hace en él uso decisivo.

Lingüísticamente, la palabra “cometa” empleada en el cuento obliga a escoger, entre los varios significados que conozca el niño, el que le corresponde para la designación de este jueguete, juguete que, a causa de su forma, se relaciona en el astro que le presta nombre.

Situacionalmente, el niño que tenga o haya tenido cometas, o simplemente haya presenciado su vuelo, de cerca o de lejos, posee vivencias especiales para cada caso. Estas vivencias se evocan de modo muy directo y hasta crítico en el momento de valorar que una vivienda puede construirse a lomos de una cometa que permanece amarrada, en la terraza de un edificio real y verdadero. Socioculturalmente, la cometa probablemente se le aparezca al niño asociada a un período del año, las vacaciones de Pascua, en el que se sale al campo o se va a la playa para “volar” la cometa. Pero no él solo, sino con otros muchos niños que comparten la misma ilusión.

* Reyes, G. (1995): El abecé de la pragmática. Madrid. Arco Libros, p. 20


El espacio en el cuento creado para niños (pp. 250-251)

(…) El realismo mágico y maravilloso, tan cultivado por los escritores hispanoamericanos, permite recursos variados que potencian la imaginación, más en el cuento que en la novela. A esta corriente corresponden dos cuento del cubano Joel Franz Rosell, recogidos en su libro Los cuentos del mago y el mago del cuento,que vale la pena analizar desde el punto de vista del espacio.

En “¡Socorro, se hunde la casa!”, el ciudadano que vive en la primera planta de la casa número diecisiete, de pronto descubre que la acera de la calle está al nivel de su mesa del comedor. Espantado por lo que ve, sube al segundo piso, pero tras un crujido que da el edificio, comprueba que el coche del empresario, aparcado junto a la acera, también ha llegado a su altura. En el tercer piso, el diputado del partido gobernante, tras otro crujido, comprueba que los pies de los votantes están a la altura de su cabeza,. En el cuarto, tras otro crujido, el abogado verifica que los adoquines de la calle están al nivel de sus legajos amontonados en el alféizar de la ventana. Un nuevo crujido y, en el quinto piso, una señora chapada a la antigua descubre que el polvo de la calle roza sus cortinas de terciopelo. Otro crujido y el escritor que vive en el desván se espanta al ver que los peatones, y no las golondrinas pasan tras los cristales.

Y cuando el escritor pugnaba por hacer algo, un nuevo crujido anunció que las casa se había hundido totalmente. Ningún trnseúnte se da cuenta, salvo un niño que ve, en el último momento, una hoja de papel que salía por la ventana.

Ciertamente en ese relato no hay ningún espacio convencional. Es la propia casa la que se hunde sobre su solar. Y el ciudadano de la primera planta, testigo del hundimiento, piso por piso, tampoco actúa. Es un espectador del hundimiento. La casa, si se quiere, concebida como verdadero “actante”, es la que se hunde . Este es el cambio de espacio.

“Así comenzaron las aventuras de Rosa de los Vientos y Perico el de los Palotes”. En este cuento el espacio está bien delimitado, tan delimitado que “érase una vez un país tan pequeño, pero tan pequeño, que se veía en los mapas como una caquita de mosca”.

Y en este país en el que sólo “había una carretera, que era la única calle del pueblo”, el novio pedía al padre de la novia, y éste, a su vez, pedía el permiso del rey para que pudieran casarse. El rey nunca lo negaba.

Pero cuando Perico y Rosa, dos jóvenes excelentes, quisieron casarse, el rey se lo negó, porque no quedaba en su reino espacio para hacer más casas. Perico y Rosa, desilusionados, pensaron incluso en abandonar su paísito-reinecito-pueblecito. Pero al final, con varas y cuerda de papel, se construyeron su nidito de amor en el aire, en una enorme cometa de flecos verdes. Cuando el rey vio el invento no sólo los casó, sino que les concedió fabricar cometas que permitieran casarse a todos los que quisieran y el pequeño reino empezó a crecer hacia arriba. Perico y Rposa cada día recibían más pedidos de nuevas cometas. “Pero la mañana en que recibieron la urgente solicitud de "un coto de caza digno de la grandeza de Su Majestad", Rosa y Perico pensaron que ya estaba bien y cortaron la cuerda que sujetaba su cometa-casa-oficina de diseños al techo del palacio real.
Una alegre brisa los arrastró en una dirección cualquiera, rumbo a una vida nueva y otro cuento.”

A la peripecia fantástica de dotar al espacio de flexibilidad narrativa hasta el punto de convertirlo en eje de la narración, estos cuentos añaden la visión social más plausible.

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Juan Cervera: "La magia del arte de contar" (a propósito de Los cuentos del mago y el mago del cuento). Revista Latinoamericana de Literatura Infantil y Juvenil. Bogotá. Fundalectura, nº 6, julio-diciembre de 1997

___________: La creación literaria para niños. Mensajero. Bilbao, 1997.

encantados por el mago



¿Un escritor de hoy puede reelaborar la narrativa tradicional del cuento infantil para abordar temas del mundo contemporáneo? Con su libro Era uma vez um jovem mago, Joel Franz Rosell, escritor cubano residente en Brasil, demuestra que sí (…) Todos sus textos tienen en común los valores de la excelencia literaria y la originalidad (…) A excepción de “Castillos van, castillos vienen”, en el cual el diálogo predomina, los demás cuentos son narrados en tono de oralidad, demostrando la calidad de “contador de historias” de Joel Franz Rosell. Su texto es sencillo y directo, pero intensamente poético. El autor transforma cada detalla en un convite a la imaginación, abriendo caminos al lector para que trabaje sus ideas. La idea de fondo en este libro es que la lectura es una actividad que exige participación, estimula el intelecto y envuelve emocionalmente al lector.

Laura Sandroni. O Globo. São Paulo, 28 de junio de 1991 (a propósito de la versión brasileña de Los cuentos del mago y el mago del cuento, publicada por Editora Moderna. São Paulo, 2001)

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Joel Franz Rosell es un cubano errante, viejo amigo y colaborador de Peonza. Al igual que el título de este su último libro, algunos de los cuentos que contiene presentan una estructura circular, simétrica, de ida y vuelta. Son relatos escritos desde un sentido poético del lenguaje y en los que hay presencia dela tradición oral junto a otros elementos narrativos de gran modernidad: es posible rastrear la huella de la estructura del cuento maravilloso de Propp en “Había una vez un joven mago”, la fantasía de los extraordinario de Rodari en “¡Socorro, se hunde la casa!” o la fantasía de lo cotidiano de Cortázar en “Historia musical”. Cuentos para leer y releer...

Diego González del Valle. Peonza 39. Cantabria, diciembre de 1995.

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Once cuentos propios de un mago de la palabra: este cubano que suele colaborar en las revistas de literatura infantil con artículos poéticos y originales, nos regala ahora unos relatos bien armados y nada inocentes. Y un último cuento, a modo de apéndice en el que el mago se confiesa como un precoz narrador que se ha pasado la vida contando sus fantasías a quien las quisiera oír/leer. Llama la atención la variedad de personajes y elementos que protagonizan sus cuentos, quebrando suavemente las distancias entre fantasía y realidad: dos espantapájaros que se enamoran y tienen un hijo, un hombre que se convierte en todo aquello en lo que sueña, una casa que se hunde sin que nadie le ponga remedios, el niño que no quería que sus castillos de arena se diluyeran en el aire, la calabaza que abre horizontes a una apuesta joven...
A partir de 12 años.


Educación y Biblioteca nº 62. Madrid. Noviembre de 1995.

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Una selección de relatos que tienen en común la sobriedad del estilo, la presencia del humor, la presencia de lo fantástico puro y la voluntad de observar con pupila crítica diferentes aspectos de la vida contemporánea. Para destacar, por su belleza y capacidad de comunicación, las narraciones "Sueños", "Calabaza, calabaza" y "Castillos van, castillos vienen". La primera de ellas es una fábula onírica sobre la relación amorosa que consigue vencer una singular prueba; la segunda, una re-visión del papel femenino en los cuentos de hadas; y la tercera, una aproximación –que recuerda la capacidad de sugerencia de los diálogos de Lygia Bojunga Nunes– a la necesidad de espacios para el diálogo y la imaginación entre niños y adultos.
Ediciones de la Torre acompaña Los cuentos del mago y el mago del cuento con hermosas ilustraciones provenientes de la Biblioteca de Lastanosa, que se engarzan armoniosa y eficazmente entre entre los textos. Como apéndice, aparece un testimonio del autor sobre su evolución y premisas como autor de cuentos para niños y jóvenes.
Un libro inteligente y atractivo, muy bien diseñado, que se lee con agrado e invita a buscar nuevas creaciones del cubano Joel Franz Rosell.
Premio La Rosa Blanca, otorgado por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.

Antonio Orlando Rodríguez.
Cuatrogatos, revista de literatura infantil. Número 2, abril-junio de 2000

http.//cuatrogatos.homepage.com/21catalogoibbyanexo6.html

mi primera máquina (1975-1979)

mi primera máquina (1975-1979)
biblioteca martí, santa clara, cuba, 1993
Comencé a escribir a mano, claro. Primero con lápiz (usaba los de dibujo, de mina muy dura, para no tener que estar sacando punta continuamente; así comencé a gastarme la vista y a los 15 años ya usaba gafas -"espejuelos" decimos en Cuba- de aumento). Luego pasé a los por entonces escasos bolígrafos. Cuando a mediados de los años 1970 quise comenzar a compartir mis escritos con los colegas de taller de escritura o presentarlos a premios literarios, comencé por acudir a alguna colega o amiga mecanógrafa. Una bibliotecaria de Sala Juvenil de la Biblioteca Provincial de Santa Clara tecleó mi primera novela (que ilustré... a mano, claro) y mandé al Premio UNEAC 1977. Pero mis obras eran largas y ella tenía mucho trabajo. Así comencé a teclear yo mismo en la Underwood de la foto: una máquina prehistórica, pero muy bien cuidada y de tipos redondos.
Fue al año siguiente que un amigo mexicano que partía de vacaciones, me dejó su moderna máquina portátil. En ella aprendí a teclear según las reglas del arte y mecanografié mi segunda novela, por primera vez de la primera a la última letra.
De mis máquinas posteriores no guardé ni el recuerdo de una foto, y tampoco de la máquina electrónica que utilicé durante mi estancia en Brasil '1989-1991) ni de mi primer ordenador, un Compaq portable que me acompañó 8 años. Pero esta ya es otra historia, porque en él comencé a escribir directamente sobre un teclado; abandonando para siempre la versión manuscrita previa y el enojoso mecanografiado ulterior
Lo dicho; esa es otra historia.

traducido a persa, hindi, coreano, tamul, catalán y tantos otros

traducido a persa, hindi, coreano, tamul, catalán y tantos otros
Olinda, la bella durmiente fue mi primer artículo publicado en el Correo de la UNESCO, me procuró traducciones a decenas de lenguas... en las que a veces ni siquiera supe separar mi nombre del título del artículo

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