el mago del cuento... soy yo

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autorretrato inédito en libro, inicialmente concebido para "Sopa de sol"

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lunes, 28 de julio de 2014

Tortkuduk y la risa boba

dibujo no utilizado para el primer libro que ilustré: "Hontzak kontatu zidan" (Desclée. Bilbao, 2006)

Acabo de tener un espléndido ataque de risa boba, yo solo en mi casa, al tratar de pronunciar « Tortkuduk ». ¿Y qué necesidad tengo yo de pronunciar “tortkuduk”? Pues precisamente, ¡ese es el kid de la cuestión! No tengo ninguna necesidad de pronunciar semejante palabra y no tendré probablemente en mi vida ninguna oportunidad de hacerlo. Encontré esa palabra en un artículo sobre las reservas mundiales de uranio fisible (en riguroso déficit dentro de 30 años). Tortkuduk (logro escribirlo sin esbozar siquiera una sonrisa) es una mina de Kazajstán, antigua república soviética del centro de Asia que contiene la segunda reserva mundial (después de Australia) del radiactivo mineral. ¿Y por qué me interesan las reservas de uranio? Pues por nada, por saber. La nota está en un número de diciembre de 2012 que descubrí en mi salón (es una manera de hablar, pues si mi apartamento mide 33 m2, ninguna de sus piezas es digna de ostentar un sufijo aumentativo), de la revista de divulgación científica francesa Sciences et avenir (Ciencia y Futuro). ¡¿Y tú lees revistas científicas?! exclamarán asombrados los que saben que numerosas veces llevé Matemáticas, Física y Química a extraordinario o arrastre, cuando no me obligaron a repetir el año. Pues sí, sobre todo cuando la tapa de la revista anuncia un prometedor trabajo sobre el espacio (en este caso los “agujeros negros”.
“Este muchacho no tiene fundamento”, diría mi tía Estrella, sacudiendo tristemente la cabeza. “¡Agujero negro tienes tú en el cerebro!” replicaría enfurecido mi amigo Ramonín.
¡Na’ -diría el elefantico del cuento- elefantadas mías!  

jueves, 21 de noviembre de 2013

soy un escritor infantil


Encontré este dibujo y el texto que sigue en una vieja agenda, de por lo menos 35 años.
Estaban en ambos lados de la misma hoja.
Entonces yo hacía dibujitos para divertirme... aunque algunos los publiqué en boletines literarios e incluso mi primera publicación, a los 18 años fue un chiste gráfico.







miércoles, 16 de octubre de 2013

Cuentos del mago y el mago del cuento en Colombia

Estuve en Colombia del 12 al 23 de septiembre pasados, invitado a la VII Fiesta del Libro y la Cultura, al XXII Seminario de Literatura Infantil y al XXI Juego Literario, todo en Medellín.
 
 
 
Mi agenda incluyó una conferencia en el Seminario, talleres en el Seminario y en el Encuentro de Abuelos Cuentacuentos y visitas a varios colegios.
 
 
Leo uno de mis cuentos a los alumnos del colegio de Santa Elena

 
 En el colegio Montesori de Medellín, me reuní con alumnos de ste colegio y del "Cumbres".

Unos y otros me regalaron dibujos y textos en los que recrean el tercer título de mi bibliografía en español, Los cuentos del mago y el mago del cuento
 
 
 
ilustraciones del cuento "Sueños"
 
 
 
recreación de "Sueños"
 
 
 

ilustración de "¡Socorro, se hunde la casa!"

 
 
Recreaciones de "Historia Musical"
 
 
 
 

 
Los alumnos del colegio Cumbre me regalaron un montón de preciosos marcadores.
 
Hechos con los mensajes dibujados que prepararon para mi tras leer mis libros "Los cuentos del mago y el mago del cuento", "Pájaros en la cabeza", "La canción del castillo de arena"' y "El pájaro libro", "La lechuza me contó" y "Don Agapito el apenado". Todos los marcadores son preciosos, solo presento aquí una pequeña muestra de los que conservo. He ido regalando a mis mejores amigos los que menos me gustan... con lo que no maltrato a mis amigos pues como ya dije, todos son preciosos.
 
 
 
                                                        
 



 Dos instantáneas de mi visita al colegio Santa Elena
 


 
 
También viajé a Bogotá y visité el Liceo Francés donde también dialogué con los chicos acerca de mi obra y sobre la esclavitud (tema de mi novela "La leyenda de Taita Osongo" -publicada en Francia, México, Brasil, Cuba y Argentina) ya que esa cuestión está en el programa y este año algunas clases van a visitar el Palenque San Basilio, uno de los raros lugares de América Latina donde se conversa un legado materaial y cultural de los asentamientos de cimarrones. También hice un taller sobre la escritura de diarios de viajes y otro sobre la utilización de la literatura infantil en la escuela (éste para profesores). 
 

Durante mi viaje también salté a Bogotá para hacer unos talleres y encuentros con los chicos del liceo francés de la capital.


 

 
 

 

 

martes, 13 de agosto de 2013

un cuento para el verano: El viejito Undiente



EL VIEJITO UNDIENTE



a Fernando Lobato Rey

El viejito Undiente es abuelo de todos los niños de País Leído. Al principio tuvo de nieto al hijo de su hijo, como todo el mundo, pero después de que este niño (Ertico se llama) le contó a sus amiguitos las cosas maravillosas de su abuelo, todos los amiguitos quisieron ser nietos de Undiente, y después los amiguitos de los amiguitos, y a continuación los amiguitos de los amiguitos de los amiguitos... Hasta que todos los niños de País Leído fueron nietos del viejito Undiente.

“Pero...”, dirán las personas sensatas, “¿Qué puede haber de maravilloso en un sujeto que ni siquiera dispone de una buena dentadura postiza? Porque eso de andar un viejazo con un solo diente, como si fuera un bebito...”

A lo mejor tú piensas, como yo, que el valor de una persona no está en la cantidad de dientes, de pelo, de juguetes o zapatos que tenga. Pero el colmo es que el diente de Undiente no es ni siquiera SU diente.

La dentadura entera la perdió comiendo maíz tostado, y ese cuadradito blanco que luce solitario en su sonrisa es uno que le consigue su amigo el ratón Bueno.

Cada noche, el bendito roedor sale a recorrer las casas donde hay niños en edad de perder sus dientes de leche, para cambiárselos, con la Magia de la Almohada, por un centavo reluciente.

El problema es que ya los niños no esconden sus dientes de leche. Porque nadie les habla de la Magia de la Almohada, porque no creen en el ratón Bueno, o simplemente porque nadie aprecia hoy los centavos, por relucientes que sean.

Por eso el viejito, que antes podía lucir treinta y dos cuadraditos blancos, ahora sólo lleva en la boca un diente de leche.

Y eso gracias a que todavía, de vez en cuando, uno que otro niño de País Leído guarda dientes bajo la almohada, en espera del ratón Bueno.


Un centavo es poca cosa. No sirve para comprar una dentadura postiza, dos pares de zapatos, tres montones de juguetes o para abrir una cuenta en el banco más chiquito.

Pero un centavo basta para conseguir el pedacito de felicidad con que el viejito Undiente les sonríe a los niños de País Leído.


Joel Franz Rosell

(La Habana, 1987)








Tomado de “Sopa de sol y otros juegos de la imaginación”. Buenos Aires. Editorial Tinta Fresca, 2011

http://cuentosdelmagodelcuento.blogspot.fr/p/sopa-de-sol.html

martes, 11 de junio de 2013

Eso dicen los gorriones

Ilustración de la portadilla de mi primera novela (comenzada con 12 años)
"Acción en el arenal", cuyo ejemplar conservo preciosamente



Poeta al fin, lo mató un lirio

Puesto que la nieve siempre cae en copos, siempre que nieva, nieva copiosamente. ¿O  no?

Hay proyectos que fracasan faltos de medios, y es una pena. Hay proyectos que fracasan faltos de fines, y es una suerte.

Dios creó al hombre... y murió de parto

Yo si no sueño, me aburro de noche. Solo duermo porque sé que voy a soñar mucho. Y si no sueño me despierto. Yo duermo para soñar.

Nuestra gallina no siempre ponía huevos. A veces mandarinas, papas  o mamoncillos. Una vez puso un par de dados (traía los circulitos negros de los números, pero eran bastante redondos) y una vez hasta una manzana sonrosada. Recuerdo muy bien la pelota de golf. Tardamos años en saber lo que era.

Yo invento de memoria

Hay filmes con defectos especiales

Leo en el diccionario (una página abierta por casualidad):

BODE (Johan Elert), astrónomo alemán (Hamburgo, 1747-Berlín, 1826). Se le debe la ley empírica que lleva su nombre, según la cual si se le suma 4 a cada uno de los números 0, 3, 6, 12, 24, 48, 96, 192, se obtiene una serie de números sensiblemente proporcionales a las distancias que separan los planetas del Sol.

 
                                            Y no lo escribió Borges.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Mi contribución a la revista Contacto: una pequeña página de la historia literaria villaclareña




En reacción a la publicación de una vieja foto en mi página Facebook, mi antiguo condiscípulo y ex colega de luchas literarias juveniles, José Luis Rodríguez de Armas, me preguntaba:
"TE ACUERDAS CUANDO LUIS CABRERA QUERÍA METER -A TODA COSTA- UN CUENTO INFANTIL EN LA REVISTA CONTACTO DE LA BRIGADA HERMANOS SAÍZ DE VILLA CLARA. ESTO FUE EN 1982."  

No recuerdo eso, puesto que yo me fui de Santa Clara en julio de 1981 cuando el número 0 de Contacto solo estaba en imprenta, y aunque mantuve estrechos contactos con mis amigos y colegas villaclareños, seguí publicando en el periódico “Vanguardia” y participé en algunas actividades literarias de la provincia, no creo haber vuelto a participar en las reuniones del consejo de redacción del órgano de la BHS villaclareña. 

Por un descuido de la imprenta, la página de créditos de aquel número inaugural desapareció, borrándose así la prueba irrefutable de que fui no solo uno de los creadores de la revista, sino incluso su director. Carlos Alé asumió la dirección con mi partida a Santiago (en mi coche de aguas negras: un “colmillo blanco”; lujoso ómnibus japonés de marca Hino en que el aire acondicionado obligaba a los viajeros a incluir abrigo en su equipaje de mano). Nada más justo, puesto que su colaboración fue decisiva desde la primera reunión, no solo por la experiencia adquirida en los talleres del periódico provincial, donde trabajaba como formatista, sino por las dotes de editor que confirmaría en el futuro, en su calidad de piedra angular de publicaciones periódicas como “Brotes”, “Huella” y “Signos”, y de Ediciones Capiro.


Carlos y yo trabajamos intensamente en todos los detalles: de contenido, forma, nombres de los autores que publicaríamos... No recuerdo quienes eran los restantes integrantes del consejo editorial, y no tengo a mano el número 1, que podría esclarecer este punto; pero pienso que ya participaban algunos de los miembros más activos de la sección de literatura de la Brigada Hermanos Saíz (Mariana Pérez, Ricardo Riverón, José Luis Rodríguez de Armas y representantes de las otras secciones). Entre las diversas propuestas se impuso el nombre que yo defendía. Sin embargo, Carlos descartó uno de mis argumentos más ardientes: el logo que yo mismo había diseñado y que, creo recordar, se inspiraba demasiado fielmente en el de la revista juvenil de la República Democrática Alemana (Kontakt) a través de la que, precisamente, nos habíamos conocido. El logo nunca se publicó, pero lo describo en el párrafo final del breve editorial “Apenas introducir…”, que redacté, pero firma La Redacción: “Queremos ser un medio de expresión libre y comunicación estrecha –de ahí nuestros símbolos: la mano abierta y la mensajera paloma…”. 

El número 0 demoró mucho en prepararse y aún tardó seis meses en imprimirse (en el editorial aludo al burlón escepticismo generado por tan lenta gestación), pero su calidad –que mucho debió al profesionalismo de Carlos Alé y de Jorge Rodríguez Sosa que se esmeraron en el aspecto formal- fue saludada en todo el país. El hecho que todavía diez años después, se mantuvieran las mismas secciones iniciales, confirma lo maduro del concepto. Esas secciones se definían a sí mismas en aquel número inicial: “Perfil” (obras inéditas de autores destacados de la provincia), “Opción” y “Polémica”, (crítica y ensayo), “Huésped” (autores de otras provincias e incluso de otros países), “Taller” (obras en verso y prosa de los más jóvenes creadores), “Expediente” (currículo de los colaboradores), y otras que se explicaban por sí mismas: “Poemas”, Literatura para niños” y “Cuento”. Este primer número se excusaba de ser puramente literario pese a definirse como publicación de la Brigada Hermanos Saíz de Escritores y Artistas Jóvenes (cuyo Reglamento se incluía en las páginas finales) y prometía conceder mayor espacio a música, artes plásticas y escénicas en sus próximos números… algo que efectivamente hizo.

Que no fui el director de aquel número inaugural parecería confirmarlo una privet joke que incluí al final de la entrevista a Agustín de Rojas que firmé, como otros artículos de la época, con mi anagrama Leo J. Sorell. En la nota, el director le recordaba al entrevistador un dato que éste había supuestamente olvidado: incluso quienes sabían que Leo J. Sorell y Joel Rosell eran una misma persona, no advertirían que se trataba de un truco postmodernista mío para añadir una información en un texto ya diseñado). 

El caso es que para aquel primer número que me encapriché en que denominásemos 0, escogí mi preferido entre los cuentos infantiles que Luis Cabrera tenía terminados entonces (de “Narraciones de Jarahueca”, su primer libro, tardíamente publicado) y de mi firma me contenté con publicar un ensayito sobre literatura infantil “Crítica de una crítica falta de crítica” de manera que ésta se viese representada desde el primer número no solo con textos de creación, sino también de esa reflexión que tanto faltaba por aquellos tiempos en la prensa cultural cubana. De ello me quejaba en ese imperfecto estudio, que había presentado en uno de aquellos memorables Coloquios de la crítica de San Miguel de los Baños. Por una razón que ignoro, no volví a publicar en Contacto ¡hasta 1988!, cuando estrené la primera versión de “El paraguas amarillo”, el primer resultado de la que se convertiría en mi forma más característica de narrar (en privado la denomino “fantasía comprometida”).

Imagino que en 1982 Luis Cabrera entró en el consejo de redacción y continuó mi eterna pelea por la literatura infantil.
una foto de aquella época... en el periódico Vanguardia, de Santa Clara
otra foto de la época, durante un Sábado dlel Libro en Santa Clara. A la extrema izquierda José Luis Rodríguez de Armas, entonces especialista provincial de literatura, y el escritor Félix Luis Viera (al micrófono)

Lo cierto es que no he tenido demasiada suerte como editor; tras ser nombrado Director de Literatura de la provincia Santiago de Cuba, elaboré un proyecto de revista (muy parecido al de Contacto) que se quedó inédita cuando me marché a La Habana el 1 de enero de 1985. Sé que antes y después elaboré otros proyectos que naufragaron… o no. Por ejemplo, la página infantil “La Cigarra” de la revista Liberación que publicaba un colectivo de emigrados sudamericanos en Malmoë, Suecia, y de la que elaboré enteramente cuatro números (uno dedicado a América Latina, y los otros a Brasil, Cuba y Santa Clara). Pero eran solo cuatro páginas –ocho en uno de los números-, y fue solo casi 20 años más tarde (bien decía Gardel…) que conseguí realizarme como editor de una publicación realmente compleja: el Cuaderno de Alija n° 1, 2ª época. Lamentablemente… volví a marcharme dejando el material listo para un n°2 que se perdió en la abulia cuando “el amo” se montó en el caballo (con alas, de Lufthansa) y se fue con su ojo a otra parte… 
 

Cuadernos de ALIJA (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de Argentina) n°1, II época. Buenos Aires, 2004.

 
 
 
 
otras publicaciones que he editado:
 
página infantil “La Cigarra” de la revista Liberación (Malmoe, Suecia, años 93-94)
 
 

 
 
“Meñique”. Publicación mensual, y luego trimestral del Departamento Juvenil de la Biblioteca “Martí” de Santa Clara. Fui su editor entre 1976 y 1981. Posteriormente el boletín contó con pocas colaboraciones mías, pero conservó hasta mediados de los 90 el logo (dibujo y letrero) que diseñé a pedido de la directora de la sala unos 20 años antes.


Es verdad que no cambié “la vaca” por “la chiva”, pues dejé Buenos Aires por París… y aquí empecé a colaborar con un colectivo de gentes del Caribe que edita Ti-Woch magazine, una revista en francés enteramente destinada a los niños y centrada en la promoción de las culturas mestizas (creoles) del Caribe. Esta vez sí he conseguido ver el número 2 y trabajamos en el número 3 actualmente. Lentos, pero seguros como el Elefante… que no existe en el Caribe, pero es emblemático de nuestra Abuela Patria: África, y símbolo de buena memoria. No es que yo pueda ufanarme de mis archivos mentales, pero algo he tenido la precaución de anotar y conservar.


Los dos primeros números de la revista sobre culturas caribeñas destinadas a niños de 7 a 12 años (en francés): "Ti-woch magazine". El primer número presta especial atención a Guadalupe y el segundo a Martinica, ambos departamentos franceses de Ultramar. El número actualmente en preparación está dedicado a Haití y el siguiente prevemos dedicarlo a Cuba.

 

viernes, 28 de diciembre de 2012

LA CASA DE LOS CUENTOS


Fragmento del ensayito que cierra mi libro de cuentos     Sopa de sol y otros juegos de la imaginación
publicado en Buenos Aires (Tinta Fresca, 2011).










Mas información sobre este libro en la página Sopa de sol de este mismo blog


¡Qué dura es la vida de los cuentos! Casi tan dura como la vida de los escritores, que nos pasamos el día y la noche, la madrugada y la hora de la siesta corriendo tras ellos.

Los cuentos son criaturas extrañas. Habitan en cualquier parte: en los zaguanes y tras las estatuas de los parques, en lo profundo de la selva y en el bolso diminuto de una estrella de cine, en un tubo de ensayo del Hospital Universitario y en la piedra roja de la sortija de mamá… Pero sobre todo, viven en los sueños. Cuando se rompe un sueño, en medio de la noche o al despuntar la mañana, el cascarón queda por ahí, medio invisible y casi siempre con un cuento adentro: pelón, cegato y piando como un pichón hambriento… Hasta que un escritor lo descubre y lo salva, escribiéndolo.

Pero nunca es fácil: ni los cuentos que se esconden en los rincones de la casa ni los de las ruinas remotas, ni los que se disimulan entre los trastos del sótano del colegio ni los que viajan en automóviles de lujo… Ningún cuento es fácil de tratar. Algunos te muerden cuando los recoges y otros se esconden en tu abrigo del invierno y ahí permanecen, royendo cualquier recuerdo y haciendo un ruido que casi no se escucha, pero que te impide dormir.
Las personas que leen mucho y bien, saben que hay cuentos pícaros que se esconden en los libros. En los que uno escribe y en los de otros escritores; en los libros buenos, pero sobre todo en libros malogrados. Esos cuentos invisibles, que nadie ha escrito todavía, fastidian a los personajes ridículos y a las palabras torpes de los libros malogrados; hasta que unos y otras quedan desenmascarados ante los ojos del lector más inocente y del autor más distraído. “Esta es la historia del conejo de la Luna” brincoteaba entre unos tontísimos libros sobre conejitos que hallé en la biblioteca municipal. Era un cuento invisible, pero decidido, así que me siguió a casa y se coló, sin pedir permiso, en la primera hoja que puse en la máquina de escribir.



Puede ocurrir que un cuento se pose aquí y allá, dejando sus huevitos, titilantes como estrellas, en el pelo de más de un escritor. No siempre resulta fácil saber si dos escritores tuvieron una idea parecida al mismo tiempo, o si uno influyó (como gustan decir los críticos) al otro. Antonio Orlando Rodríguez publicó hace tiempo un cuento llamado “Sopa de estrellas” y no sé si lo leí antes de imaginar mi “Sopa de sol”. Por eso he tomado mis precauciones: porque somos amigos… y porque Antonio es un famoso espadachín.
 
Los cuentos son ladronzuelos que roban en la vida de sus autores. Algunos hacen como las urracas y atrapan cualquier cosa que brille en el fondo de tu conciencia. Pero otros son como Arsenio Lupin, el caballero ladrón, y se apoderan de valiosos secretos de familia; o como Robin Hood, el que quitaba a los ricos para dar a los pobres; esos cuentos toman grandes trozos de la vida de su autor para entretener a quienes no tienen tiempo de correr aventuras.

Hay cuentos bromistas, que pasan y repasan, te hacen muecas, te despeinan, te revuelven las páginas, te apagan la computadora… mientras tú tratas de capturarlos con un papel en blanco; para que dejen de hacerte picardías y se las hagan a los lectores.

En este libro hay textos que, apenas escritos, hicieron nido en diarios de Cuba y Ecuador, y tres de ellos incluso se juntaron en un librito tan flaco que todo el mundo, hasta yo, llamaba “plaquette” a pesar del bonito nombre que le puso un poeta amigo: Juegos de la imaginación. Esa frase me parece tan adecuada para los textos del volumen que ahora tienes en las manos, que se la puse como subtítulo (que viene a ser como el apellido de un libro).
Un caso especial es el de “La familia espantapájaros”. Ese me lo presté yo mismo desde un libro llamado Los cuentos del mago y el mago del cuento. Es que me gusta tejer finos lazos entre mis obras; para que se sepa que forman familia. En este libro que ya llega a su final, te has encontrado personajes como Ertico o el Pájaro libro, que corrieron sus mejores aventuras en otros libros, pero también he usado formas más disimuladas de entretejer (¡a ver si descubres alguna!) unos relatos con otros.

Los once cuentos de Sopa de sol; los pálidos y tímidos que nadie había leído, y los bronceados y bulliciosos, ya publicados, querían hacer nido (hacer libro) juntos. Viejitos rozagantes o jovencitos con ciencia, descubrieron que eran parientes y se llevaban bien. Su casa tenía que construirla yo con palabras sólidas, maduras, propias; aprovechando la experiencia adquirida tras recoger, alimentar y echar al mundo tantas otras historias: cuentos, novelas y hasta ensayos (esto que lees es un ensayo, aunque por momentos se dé aires de cuento) que recibieron premios, pasaron por radio y televisión, se convirtieron en obra de teatro, fotonovela y en historietas ilustradas, y que tuvieron miles de lectores en países donde he vivido o no, y en lenguas que comprendo, o tampoco.
 
Un libro es una casa, y cada historia necesita vivienda a su gusto . De alguna manera, la casa de una novela es la novela misma; como son uno el molusco y su caracol. Pero los cuentos, nacidos distintos, para vivir juntos necesitan una casa múltiple, que ellos ayudan a construir. Como las abejas, que crean su colmena con la cera que se sacan del cuerpo y con la música de sus alas. Una novela es una gran mansión y un libro de cuentos es un edificio de apartamentos; juntos pero no revueltos.

Edificio o mansión, un libro se construye con los materiales, planos y cimientos aportados por el escritor con sus historias, ideas y lenguaje. El ilustrador y el diseñador ponen cuadros en las paredes y florecen el jardín de la casa. Pero el editor y el impresor son los albañiles que convierten la obra en esas como cajitas de papel que irán a parar a las manos de miles de lectores.

Con todo y eso, el trabajo no está terminado. Porque ¿qué es un libro sin lectores? Un armatoste de papel con manchitas negras y a veces también en colores; palabras mudas y colores sin luz.

La verdadera aventura comienza cuando tus manos, Lector, abren la tapa que es la puerta del libro-casa. Tu imaginación enciende los colores, anima las palabras y entonces, entonces sí, los cuentos vuelan de nuevo, vuelan para no detenerse jamás.

 
Todas las ilustraciones de este artículo las dibujé para una versión a todo color que debió publicarse en Venezuela en 2007 (debió ser mi segundo libro como autor ilustrador).
 

mi primera máquina (1975-1979)

mi primera máquina (1975-1979)
biblioteca martí, santa clara, cuba, 1993
Comencé a escribir a mano, claro. Primero con lápiz (usaba los de dibujo, de mina muy dura, para no tener que estar sacando punta continuamente; así comencé a gastarme la vista y a los 15 años ya usaba gafas -"espejuelos" decimos en Cuba- de aumento). Luego pasé a los por entonces escasos bolígrafos. Cuando a mediados de los años 1970 quise comenzar a compartir mis escritos con los colegas de taller de escritura o presentarlos a premios literarios, comencé por acudir a alguna colega o amiga mecanógrafa. Una bibliotecaria de Sala Juvenil de la Biblioteca Provincial de Santa Clara tecleó mi primera novela (que ilustré... a mano, claro) y mandé al Premio UNEAC 1977. Pero mis obras eran largas y ella tenía mucho trabajo. Así comencé a teclear yo mismo en la Underwood de la foto: una máquina prehistórica, pero muy bien cuidada y de tipos redondos.
Fue al año siguiente que un amigo mexicano que partía de vacaciones, me dejó su moderna máquina portátil. En ella aprendí a teclear según las reglas del arte y mecanografié mi segunda novela, por primera vez de la primera a la última letra.
De mis máquinas posteriores no guardé ni el recuerdo de una foto, y tampoco de la máquina electrónica que utilicé durante mi estancia en Brasil '1989-1991) ni de mi primer ordenador, un Compaq portable que me acompañó 8 años. Pero esta ya es otra historia, porque en él comencé a escribir directamente sobre un teclado; abandonando para siempre la versión manuscrita previa y el enojoso mecanografiado ulterior
Lo dicho; esa es otra historia.

traducido a persa, hindi, coreano, tamul, catalán y tantos otros

traducido a persa, hindi, coreano, tamul, catalán y tantos otros
Olinda, la bella durmiente fue mi primer artículo publicado en el Correo de la UNESCO, me procuró traducciones a decenas de lenguas... en las que a veces ni siquiera supe separar mi nombre del título del artículo

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