dibujo no utilizado para el primer libro que ilustré: "Hontzak kontatu zidan" (Desclée. Bilbao, 2006) |
Acabo de tener un espléndido ataque de risa boba, yo solo en mi casa, al
tratar de pronunciar « Tortkuduk ». ¿Y qué necesidad tengo yo de
pronunciar “tortkuduk”? Pues precisamente, ¡ese es el kid de la cuestión! No
tengo ninguna necesidad de pronunciar semejante palabra y no tendré
probablemente en mi vida ninguna oportunidad de hacerlo. Encontré esa palabra
en un artículo sobre las reservas mundiales de uranio fisible (en riguroso
déficit dentro de 30 años). Tortkuduk (logro escribirlo sin esbozar siquiera
una sonrisa) es una mina de Kazajstán, antigua república soviética del centro
de Asia que contiene la segunda reserva mundial (después de Australia) del
radiactivo mineral. ¿Y por qué me interesan las reservas de uranio? Pues por
nada, por saber. La nota está en un número de diciembre de 2012 que descubrí en
mi salón (es una manera de hablar, pues si mi apartamento mide 33 m2,
ninguna de sus piezas es digna de ostentar un sufijo aumentativo), de la
revista de divulgación científica francesa Sciences et avenir (Ciencia y
Futuro). ¡¿Y tú lees revistas científicas?! exclamarán asombrados los que saben
que numerosas veces llevé Matemáticas, Física y Química a extraordinario o
arrastre, cuando no me obligaron a repetir el año. Pues sí, sobre todo cuando
la tapa de la revista anuncia un prometedor trabajo sobre el espacio (en este
caso los “agujeros negros”.
“Este muchacho no tiene fundamento”, diría mi tía Estrella, sacudiendo
tristemente la cabeza. “¡Agujero negro tienes tú en el cerebro!” replicaría
enfurecido mi amigo Ramonín.
¡Na’ -diría el elefantico del cuento- elefantadas mías!
No hay comentarios:
Publicar un comentario