La bruja de La Habana Vieja (para que se enteren de lo traviesa que es Porfiria Xenobia Marieka). Ediciones Capiro. Santa Clara, 1999 fue concretamente acusado de carecer de valores literarios, de utilizar un lenguaje vulgar y de dar una mala imagen de la capital cubana. La acusación la presentó la dirección de los CDR de Provincia Habana y consiguió que el ICL ordenara restringir a tres provincias del centro de Cuba la distribución de sus 80 mil ejemplares (mi segunda mayor tirada: precedida por los 96 000 ejemplares de Vuela, Ertico, vuela. Ediciones SM. Madrid, 1997-2008) y seguida por los 50 000 de El secreto del colmillo colgante. Gente Nueva. La Habana, 1983).
Lo que justifica los tres puntos impugnados es, a mi ver:
1) Ser un divertimento, una historia humorística y fantástica en torno a las características y acciones de “la bruja más fea, mala y tramposa del mundo”. Para los autores de cierta literatura esteticista y didáctica muy premiada y encomiada en Cuba, no abordar temas “serios”, patrióticos y educativos, con un lenguaje “poético” era (y es, me temo) carecer de valores literarios.
2) 2) Emplear algunos elementos escatológicos en la descripción de la vida, gustos y valores de las brujas; presentados -con exageración humorística- como lo contrario de los humanos normales… algo que, está largamente demostrado, divierte mucho a los niños y les permite escapar de la normativa de “buenas costumbres” que se les impone en su vida cotidiana.
3) 3)De la protagonista, Porfidia Xenobia Marieka, bruja municipal de La Habana Vieja, se dice:
“Como la naturaleza de
una bruja hala mucho, la nuestra se fue al lugar más lúgubre que pudo encontrar
en La Habana: un ruinoso caserón del siglo XVIII lleno de rincones mugrientos,
donde las escaleras crujían, todos los días le caía una teja en la cabeza a un
vecino, y pululaban las cucarachas, las arañas y las ratas sarnosas.
Nuestra bruja vivía, pues,
en La Habana Vieja. Para más señas en la calle más siniestra de La Habana
Vieja, en su caserón más asqueroso y achacoso…”
Para quienes viven
negando la realidad, ofreciendo de Cuba una imagen edulcorada y forzadamente
positiva, afirmar que el casco histórico de su capital sufre suciedad y
abandono en alguno de sus rincones, era dar una imagen negativa, algo
imperdonable, ¿digno de un enemigo de la patria, eventual agente de la CIA…?
Como en realidad amo la capital cubana, donde viví varios años y visito regularmente, en la versión definitiva de la novela (2001), relativicé mi descripción diciendo que se trataba de “la única calle verdaderamente siniestra de La Habana Vieja”... aunque hoy amplios sectores de La Habana (y no solo la "vieja") están en un estado mil veces peor de lo que dije. Que la realidad supere mil veces mi ficción no ha de calmar en nada la ira de algunos y es probablemente el principal motivo el cual que mi novela sigue, pese a haberla propuesto a dos editoriales nacionales, inédita en Cuba.
A continuación va el libro imputado: son fotos, no escáneres. Agradezco dispensen cualquier defecto que pueda presentar su difusión en este medio.