Los dientes del tenedor
coge-sueños de la Abuela.
Había una vez una abuelita que
no podía dormir.
Pero la abuelita de este cuento
no hace como otros de sus colegas peinadores de canas, que se quedaban
despiertos durante la noche. Ella no contaba ovejas, no leía libros aburridos,
no resolvía crucigramas, no se cantaba nanas, no tejía con lana oscura ni
jugaba con la sombra de la luna en la pared.
La abuelita que les cuento
tenía algo muy especial (por eso es la Abuelita de Este Cuento): un tenedor de
“coger sueños que pasan”.
El tenedor tenía un cabo
rocoso, con dos palmeras y una ola, también tenía cuatro dientes: el primero
era un Diente de Ajo, el segundo era un Diente de Leche, el tercero era un
Diente Torcido y el último era un Diente de León.
Con este magnífico tenedor, la
abuela siempre lograba coger un sueñecito.
¿Quién no ha tenido un lindo
sueño del que después no se acuerda? ¿Quién no se ha pasado una noche
apaciblemente dormido sin tener al despertarse ni un solo recuerdo? ¿Quién no
ha soñado lo mismo que un amigo, un familiar o un vecino? Todo esto lo explica
el tenedor de coger sueños de la abuela Almohadina.
El Diente de Ajo generalmente
enganchaba los pesados sueños de quienes se acuestan con la barriga llena. La
abuela se veía arrastrada a sueños en que los esquiaba sobre montañas de
merengue, nadando en piscina de limonada, dueña de la mayor pastelería del
mundo, tocando una flauta de pan o recibiendo con la boca abierta los pasteles
de nata lanzados en aquellas viejas películas de Carlitos Chaplin o El gordo y
el flaco.
Pero después de esos sueños, la
pobre Almohadina se despertaba hambrienta y pasaba el resto de la noche
hurgando en el refrigerador.
El Diente de Leche enganchaba
sueños de bebitos, sueños blancos, sueños de vacas y sueños de mantequilla,
resbalosos y untuosos. Pescar un sueño con el Diente de Leche en una noche de
verano no era una aventura feliz porque con el calor del sueño se cortaba
fácilmente y, al uno despertarse, embarrado de mantequilla, tenía que buscar el
sueño nuevamente.
El Diente de León proporcionaba
sueños muy variados: lo mismo sueños perfumados y coloridos, protagonizados por
flores, zunzunes y mariposas, que sueños africanos, poblados de animales
exóticos, praderas amarillas o selvas impenetrables. Mi abuela sabía que había pescado
un sueño de estos cuando al día siguiente sus nietos se quejaban de sus
ensordecedores ronquidos.
Así que, por extraño que
parezca, la abuela Almohadina prefería capturar sueños con su Diente Torcido.
Con este último diente de su tenedor caza-sueños, la abuela estaba segura de no
estar segura del tipo de sueño que iba a tener, que era como si estuviera
soñando al natural. El Diente Torcido se enganchaba en cualquier cosa y no lo
soltaba fácilmente. A veces capturaba las ovejas que contaba algún vecino
insomne, o un sueño ajeno, solo a medias, por lo que la abuela y el dueño del
sueño podían compartirlo.
Con bastante frecuencia, el
Diente Torcido enganchaba pesadillas, pero este no era el desagradable
incidente que podrás suponer, puesto que las pesadillas no son otra cosa que
sueños torcidos y torcido +
torcido = derecho, por lo que toda
pesadilla capturada por el Diente Torcido se desinflaba con el pinchazo y se convertía
en algo divertido; como las películas de horror cómico…
(escrito probablemente en Brasil,
entre junio de 1989 y agosto de 1991)
No hay comentarios:
Publicar un comentario