edición agotada |
Don Agapito el apenado
no consiguió tantos lectores como su primera editorial, la excelente Kalandraka, esperaba y ha sido sacado de catálogo al cabo de solo seis años en busca de sus lectores.
La vida de una obra literaria y la vida de sus ediciones se rigen por criterios diferentes. En el primer caso, la cuestión es estética, en el segundo, comercial, de estructuras, formatos, demanda, definición del "target"...
Don Agapito el apenado es uno de mis cuentos preferidos, pero sufre del
hecho de que doy a mi obra formas propias de la literatura infantil y, en
consecuencia, la publico en ediciones para niños... incluso cuando tiene un
tema que no resulta tan evidentemente infantil.
Aquí se trata de la historia de un jubilado
que se mete a “canguro”, a babysitter o, más exactamente, a “painsitter”
(cuidador de penas ajenas). Para decirlo con la claridad que pedía Thoreau (él reclamaba
sencillez en la vida y no simpleza en la expresión, porque la simplificación de
lo complejo, nos explica hoy Edgar Morin, no hace más que complicarnos la
vida): Don Agapito dedica sus muchos momentos libres, de jubilado, a alimentar
con sus pensamientos y cariño los problemas de vecinos y conciudadanos que
están demasiado ocupados por esas cosas secundarias que nos llenan el día-a-día
y que nos dejan a todos sin tiempo para lo esencial.
Don Agapito el apenado no es un relato abstracto y engorroso, es una historia llena
de imágenes (literarias, aunque también tenga las dibujadas, tan
inteligentemente, por Federico Fernández) y no carente de humor, donde las
penas aparecen como animalejos infelices que solo logran un poco de paz cuando
el protagonista los alimenta con pensamientos selectos. Él ha encerrado esas
penas, abandonadas por sus propietarios, en la decena de jaulas que había
comprado para coleccionar pájaros: “…una para periquitos y otra para un
papagayo, una para chorlitos y otra para guacamayos, una para dos mirlos, otra
para canarios (…) Pero el día que fue a comprar los pájaros tropezó con una
manifestación ecologista y se le quitó la idea de encerrar animalitos”.
Esto lo digo en la segunda página del cuento, y a
continuación refiero cómo Don Aga empezó a ocuparse de las penas,
preocupaciones, problemas, culpas y hasta prejuicios de sus vecinos: “El
problema más visible del señor Réquete Ocupado era que había decidido cerrar
una de sus fábricas de helados en la Antártida, lo que dejaría sin trabajo a
cuatrocientos pingüinos. Para alguien tan ocupado como él, ésa era una pena
pequeña, pero amarilla y lanuda, muy incómoda de llevar, y por eso se la soltó
a don Agapito al pasar” (p. 21).
Pronto son muchos los que dejan a mi protagonista un
asunto propio para que se lo cuide y… “Una tarde don Agapito se detuvo ante
la pena del señor Réquete Ocupado: la amarilla y lanuda, instalada en la jaula
para canarios. Se puso a pensar en los pingüinos desempleados, que ahora se
pasaban el largo día antártico (dura seis meses) recordando los buenos tiempos:
cuando su imagen recorría el mundo en los coloridos envoltorios de los helados
"Schlup" (así suenan, parece, los lengüetazos que les damos a los
helados). Don Agapito y la pena amarilla sufrían juntos por los pobres
pingüinos que ya no podían pagarse vacaciones en las playas de la Antártida,
tomando el sol a 5 grados bajo cero, sino que debían permanecer en el pueblo, a
40 grados bajo cero, espantándose los copos de nieve que revoloteaban en la
ventisca. “Pero como estaba corto de tiempo, don Agapito se puso también a
pensar en las penas de las jaulas vecinas: la de la chica que no podía engordar
por causa de su trabajo en el bar del centro y la de cierta abuela que adoraba
el chocolate, funesto para su hígado... ¡Y acabó mezclándolo todo! La pena de
los pingüinos se echó a llorar porque, a causa de los helados que aquellos
producían, había ahora chicas que engordaban y abuelas enfermas...(pp. 35-37)”.
Fue
quizás a esas alturas que resonó en mi cabeza una estrofa del soberbio bolero
“La Tarde”, de mi compatriota Sindo Garay:
Las penas que me maltratan,
son tantas que se atropellan
y como de acabarme tratan,
se agolpan unas a otras
y por eso no me matan.
Es
así que don Aga comprende que su verdadera misión en la vida es compartir el difícil arte de ocuparse de las penas, prejuicios, olvidos deliberados, egoísmos o sueños complicados que nos entenebran la vida.
Como en mis demás cuentos y novelas, no he querido trasmitir un mensaje (y mucho menos una lección o -¡sálveme
Dios!- una moraleja) sino contar una historia que me he creído y no solo
creado. Una obra literaria es comparable a un árbol. Nuestro paladar se regala
con sus frutos, nuestro olfato se recrea con sus flores, nuestra vista se
encanta con la belleza y abundancia de su follaje y nuestras manos comprueban
el poderío y refinamiento de su tronco… Pero todo eso , ¿qué sería sin las
raíces que se extienden invisibles e irredentas bajo nuestros pies (y los del
árbol), sosteniendo y alimentando la formidable estructura que impacta nuestros
sentidos?
Sinopsis : La historia de Don Agapito tiene la cualidad del buen humor: se
trata de un texto dinámico, contado con un lenguaje actual y con el que
cualquier lector se puede sentir identificado. Por otra parte, es una obra no
exenta de crítica social, que mueve a la reflexión ante los problemas de los
demás y que llama la atención sobre la necesidad de llevar un ritmo de vida más
reflexivo, aunque el mundo nos envuelva en su vertiginosa espiral. Porque
Agapito va asumiendo, sin darse cuenta, las cavilaciones que preocupan a sus
vecinos; para todas tiene una jaula. Las penas que Don Agapito soporta se
describen con características humanizadas: se alimentan de pensamientos, tienen
necesidades fisiológicas y requieren cuidados constantes, como si de mascotas
se tratase.
http://www.eleconomista.es/evasion/libros/libro/55857/Don-Agapito-el-apenado
"Don Agapito el apenado"
aborda con mucha imaginación y bastante picardía un tema de mucha actualidad:
qué hacer con todas esas cuestiones particularmente importantes para las que
nunca tenemos tiempo: prejuicios, culpas, miedos, abandonos, compromisos y
obligaciones morales. Para despertar nuestras conciencias dormidas, el autor ha
escogido como héroe precisamente a un jubilado, una "persona de la tercera
edad", uno de esos viejos que la sociedad de consumo considera inútiles
porque improductivos desde el punto de vista del mercado. Es Don Agapito quien,
tras renunciar a coleccionar pájaros (primer y no único guiño ecologista del texto)
comienza a ocuparse de las penas ajenas... hasta que comprende que no es así
que puede realmente ayudar a la gente, y decide enseñarlos a tomar conciencia,
todo y cada uno, del abandono en que tienen a sus sentimientos y principios
esenciales.
Todo esto, insisto, lo cuenta el autor con humor, con mucha imaginación y con un ligereza de tono que a veces falta en los libros para niñs y adolescentes que abordan temáticas sociales.
Las ilustraciones de Federico Fernández están a la altura: sensibles, sutiles, imaginativas, innovadoras en la forma. El ha sabido echar una mirada muy inteligente sobre el cuento y enriquecerlo con una representación muy gráfica de algo tan indefinible como esas penas, prejuicios y vergüenzas que los personajes del cuento prefieren ocultar.
Todo esto, insisto, lo cuenta el autor con humor, con mucha imaginación y con un ligereza de tono que a veces falta en los libros para niñs y adolescentes que abordan temáticas sociales.
Las ilustraciones de Federico Fernández están a la altura: sensibles, sutiles, imaginativas, innovadoras en la forma. El ha sabido echar una mirada muy inteligente sobre el cuento y enriquecerlo con una representación muy gráfica de algo tan indefinible como esas penas, prejuicios y vergüenzas que los personajes del cuento prefieren ocultar.
Título:
Don Agapito el apenado
Escritor: Joel Franz Rosell
Ilustrador: Federico Fernández
Editorial: Kalandraka
Colección: Tiramillas
Ciudad: Sevilla
Año: 2008
Nº pág.: 46
ISBN: 978-84-963880-50-5
Personajes: Agapito - Jubilados - Ancianos
Este libro trata de: Problemas personales -
Vejez - Solidaridad – Soledad
Género: Cuentos
Tema: Fantasía – Humor
Don Agapito no sabía en qué emplear todo el
tiempo que ahora le sobraba tras haberse jubilado. Su vecino el superocupado le
sugirió que podía hacerse cargo de su pena por tener que cerrar una fábrica de
helados que tenía en el polo, dejando con ello en el paro a un montón de
pingüinos. Y don Agapito así lo hizo, la metió en una de sus jaulas vacías y la
cuidó. Pero a esa pena se sumaron otras muchas que le fueron dejando unos y
otros. Hasta que aquello empezó a írsele de las manos...
El entrañable jubilado de esta historia pasa
de cuidar pájaros a cuidar penas y la situación se va volviendo cada vez más
descabellada y divertida. Bajo el amable enfoque de un sentido del humor
fantástico y metafórico –bien reflejado en las ilustraciones– aparece la
facilidad con que se tiende a delegar los problemas y los conflictos personales
en cuanto se encuentra alguien receptivo. Escuchar los problemas de los demás,
ser compasivo y solidario está muy bien... sin olvidar que cada uno debe
afrontar lo que le corresponde.
Publicado
en sol-e
don agapito el apenado
Ilustraciones:
Federico Fernández
Kalandraka
ediciones.
Pontevedra,
2008.
Album
ilustrado, recomendó a partir de 7 años
Don
Agapito se jubila y como ha renunciado a criar pajaritos, va llenando las
jaulas vacías con penas, preocupaciones, remordimientos… que le van dejando sus
vecinos.
Las penas que Don Agapito
soporta se describen con características humanizadas: se alimentan de
pensamientos, tienen necesidades fisiológicas y requieren cuidados constantes,
como si de mascotas se tratase.
Pero la capacidad de
Agapito para atender semejante responsabilidad es limitada y pronto se le
multiplican los problemas, aunque sean ajenos. La historia nos muestra cuán
útil puede ser un jubilado; ya que es precisamente con su paciencia,
tranquilidad y mesura que Don Agapito rinde a la sociedad su mejor servicio.
La historia tiene la
cualidad del buen humor: se trata de un texto dinámico, contado con un lenguaje
actual y con el que cualquier lector se puede sentir identificado. Por otra
parte, es una obra no exenta de crítica social, que mueve a la reflexión ante
los problemas de los demás y que llama la atención sobre la necesidad de llevar
un ritmo de vida más reflexivo (Servicio de prensa
editorial)