LA MÚSICA POR EL BALCÓN
En lo alto de nuestro edificio viven un músico y su mujer.
Todas las mañanas, cuando la mujer saca el auto para irse al trabajo, el músico se asoma al balcón y toca el clarinete.
Tocar el clarinete es difícil cantidad, pero de la forma en que él lo hace es más difícil todavía. Como su esposa está cinco pisos más abajo, el músico toca las notas cerradas para que caigan por su propio peso y solo se abran al chocar con el suelo, esparciendo la música alrededor de ella.
La mujer del músico debe trabajar en un lugar muy importante porque siempre la veo con prisa; nunca espera hasta la última nota, cierra la puerta del auto y se va a toda velocidad, conduciendo con una mano y diciendo adiós con la otra.
El músico solo para de tocar cuando el vehículo se pierde tras los árboles de la plaza, y siempre queda un puñado de notas enteras en el suelo.
El conserje, que barre la acera todas las mañanas, las reúne con su escoba y las tira a la basura. Mientras tanto, la presidenta del consejo de vecinos llama al músico para recordarle la Ordenanza Municipal Número Tal, que prohibe lanzar desperdicios a la vía pública.
Ni la presidenta del consejo de vecinos ni el conserje comprenden nada.
Yo, al principio, tampoco comprendía.
¿Sabes? El balcón de mi apartamento queda exactamente debajo del balcón del músico y una nota más que otra viene a caer entre mis macetas. Yo no me molestaba por eso y todas las mañanas, al regar mis flores olorosas y multicolores, recogía las notas sobrantes y arrancaba las maticas sin color ni olor que crecían aquí y allá.
Pero el verano pasado, a la vuelta de las vacaciones, no encontré ninguna nota extraviada y en cambio hallé las famosas maticas crecidas y llenas de flores, aunque siempre sin color ni olor.
Al primer golpe de brisa lo entendí todo: ¡mi balcón se llenó de música!
Un músico enamorado es primero enamorado y después músico.
Y todos los enamorados arrojan flores a sus enamoradas.
Díganme si miento.
Con el título de "Historia musical" estrené este cuento, en su traducción al portugués por Laura Sandroni, en "Era uma vez um joven mago" (Editora Moderna. São Paulo, 1991) y en la versión definitiva de ese, mi tercer libro publicado: "Los cuentos del mago y el mago del cuento" (Ediciones de la Torre. Madrid, 1995).
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